La
oración como sustituto
Mucho
se puede escribir acerca de la oración, de los aciertos y desaciertos al
momento de dirigirnos a nuestro Dios. Verdaderamente acercase a Dios es “toda
una ciencia”, un arte; y hay que entender
que aunque Dios recibe nuestras peticiones siempre que tengamos un corazón
sincero, hay veces que ésta puede ser obstaculizada. La oración como sustituto
puede no solo ser un obstáculo sino un completo error en nuestra vida
cristiana.
¿Qué es la oración como
sustituto?
Por
ejemplo, muchas veces oramos al Señor para que nos vaya bien en el trabajo, pero
nos hemos preguntado ¿Qué tan responsables somos? ¿Somos puntuales somos? ¿Hacemos
bien nuestro trabajo? De esta manera la oración cuando se usa como sustituto de
nuestras responsabilidades, de nuestros deberes, cuando se usa como excusa para
no hacer lo que debemos hacer, cuando justifica la ignorancia; no solo es un
error, sino además es deshonesta, perezosa y mentirosa. Miremos más ejemplos:
En
ocasiones nos dirigimos a Dios pidiéndole que obre un milagro en nuestra salud,
pero nuestros hábitos no son adecuados; no comemos bien, no dormimos bien, no
hacemos ejercicio y pretendemos que al orar el Señor nos libre de esas
obligaciones que tenemos con nuestro cuerpo.
O
más común en la iglesia, le pedimos al Señor que haga su obra, su voluntad acá
en la tierra, que se extienda su reino y el evangelio sea predicado; pero lo
cierto es que muy pocos sacan el valor de predicar el evangelio, los cristianos
dedicamos más tiempo a orar al Señor que haga su voluntad que en hacer su
voluntad realmente.
La
oración como sustituto es una gran incongruencia en nuestra vida cristiana, es
incongruente no solo con lo que pedimos, sino también con lo que leemos, con lo
que escuchamos en la iglesia, con lo que cantamos en las alabanzas, con lo que
hablamos con nuestros hermanos.
Quien
escribe este texto tal vez no es precisamente un hombre de ejemplo en oración,
pero tal vez la solución para no rehuir a nuestras responsabilidades por medio
de la oración, es dirigir la oración a obra de Cristo y el Espíritu Santo en
nosotros y no a situaciones exteriores.
En
lugar de pedirle que nos vaya bien en el trabajo, pedirle al Espíritu Sabiduría
para hacerlo bien, honestamente y de calidad. En lugar de pedirle salud a Dios,
pedirle hábitos saludables, en lugar de pedirle a Dios que mande obreros a la
mies, pedirle a Dios Espíritu de valentía, de dominio propio de diligencia para
con su obra.
Es
decir, pidámosle a Dios que su obra sea viva, eficaz y se manifieste en nuestro
cuerpo mortal, en nuestras acciones, en nuestro diario vivir y no solo en
agentes y situaciones externas.
Termino
diciendo que con esto no niego la posibilidad que Dios nos pueda ayudar en
alguna situación difícil como conseguir un empleo, ayudarnos en un examen, sanarnos
de una enfermedad; claro! Dios lo puede hacer. Pero el objeto de esta pequeña reflexión
es no convertir la oración en un talismán, un amuleto de buena suerte sino
hacer de ésta un recurso para acercarnos a Dios cada día más puros y honestamente…
más a la imagen de Cristo.
“Porque
Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que
resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la
gloria de Dios en la faz de Jesucristo… llevando en el cuerpo siempre por todas
partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en
nuestros cuerpos.”
2 Corintios 4: 6 y 10