lunes, 16 de junio de 2014

La oración como sustituto



La oración como sustituto


Mucho se puede escribir acerca de la oración, de los aciertos y desaciertos al momento de dirigirnos a nuestro Dios. Verdaderamente acercase a Dios es “toda una ciencia”, un arte;  y hay que entender que aunque Dios recibe nuestras peticiones siempre que tengamos un corazón sincero, hay veces que ésta puede ser obstaculizada. La oración como sustituto puede no solo ser un obstáculo sino un completo error en nuestra vida cristiana.

¿Qué es la oración como sustituto?

Por ejemplo, muchas veces oramos al Señor para que nos vaya bien en el trabajo, pero nos hemos preguntado ¿Qué tan responsables somos? ¿Somos puntuales somos? ¿Hacemos bien nuestro trabajo? De esta manera la oración cuando se usa como sustituto de nuestras responsabilidades, de nuestros deberes, cuando se usa como excusa para no hacer lo que debemos hacer, cuando justifica la ignorancia; no solo es un error, sino además es deshonesta, perezosa y mentirosa. Miremos más ejemplos:
En ocasiones nos dirigimos a Dios pidiéndole que obre un milagro en nuestra salud, pero nuestros hábitos no son adecuados; no comemos bien, no dormimos bien, no hacemos ejercicio y pretendemos que al orar el Señor nos libre de esas obligaciones que tenemos con nuestro cuerpo. 

O más común en la iglesia, le pedimos al Señor que haga su obra, su voluntad acá en la tierra, que se extienda su reino y el evangelio sea predicado; pero lo cierto es que muy pocos sacan el valor de predicar el evangelio, los cristianos dedicamos más tiempo a orar al Señor que haga su voluntad que en hacer su voluntad realmente.
La oración como sustituto es una gran incongruencia en nuestra vida cristiana, es incongruente no solo con lo que pedimos, sino también con lo que leemos, con lo que escuchamos en la iglesia, con lo que cantamos en las alabanzas, con lo que hablamos con nuestros hermanos. 

Quien escribe este texto tal vez no es precisamente un hombre de ejemplo en oración, pero tal vez la solución para no rehuir a nuestras responsabilidades por medio de la oración, es dirigir la oración a obra de Cristo y el Espíritu Santo en nosotros y no a situaciones exteriores. 

En lugar de pedirle que nos vaya bien en el trabajo, pedirle al Espíritu Sabiduría para hacerlo bien, honestamente y de calidad. En lugar de pedirle salud a Dios, pedirle hábitos saludables, en lugar de pedirle a Dios que mande obreros a la mies, pedirle a Dios Espíritu de valentía, de dominio propio de diligencia para con su obra.
Es decir, pidámosle a Dios que su obra sea viva, eficaz y se manifieste en nuestro cuerpo mortal, en nuestras acciones, en nuestro diario vivir y no solo en agentes y situaciones externas. 

Termino diciendo que con esto no niego la posibilidad que Dios nos pueda ayudar en alguna situación difícil como conseguir un empleo, ayudarnos en un examen, sanarnos de una enfermedad; claro! Dios lo puede hacer. Pero el objeto de esta pequeña reflexión es no convertir la oración en un talismán, un amuleto de buena suerte sino hacer de ésta un recurso para acercarnos a Dios cada día más puros y honestamente… más a la imagen de Cristo.  

“Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo… llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos.”

2 Corintios 4: 6  y 10

1 comentario:

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