viernes, 3 de agosto de 2012

El arrepentimiento y bautismo


El arrepentimiento y bautismo



En aquellos días se presentó Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea, y diciendo: «Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado»,
pues este es aquel de quien habló el profeta Isaías, cuando dijo:
«Voz del que clama en el desierto: “¡Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas!”».

 Juan estaba vestido de pelo de camello, tenía un cinto de cuero alrededor de su cintura,
y su comida era langostas y miel silvestre.
  Acudía a él Jerusalén, toda Judea y toda la provincia de alrededor del Jordán,
y eran bautizados por él en el Jordán, confesando sus pecados.

  Al ver él que muchos de los fariseos y de los saduceos venían a su bautismo, les decía: «¡Generación de víboras!, ¿quién os enseñó a huir de la ira venidera?
Producid, pues, frutos dignos de arrepentimiento, 
y no penséis decir dentro de vosotros mismos: “A Abraham tenemos por padre”,
porque yo os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras.
Además, el hacha ya está puesta a la raíz de los árboles;
por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado al fuego.

Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento,
pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo.
 Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego.
Su aventador está en su mano para limpiar su era.
Recogerá su trigo en el granero y quemará la paja en fuego que nunca se apagará.


Mateo 3: 1-12



Si un día a nuestro hogar nos visitara una figura pública importante, como un presidente o un ministro, seguramente ese día nos vestiríamos con nuestro mejor traje, pondríamos los mejores manteles, prepararíamos la mejor comida; todo esto para recibir a dicho personaje. Ahora, ¿qué tal si este personaje es el presidente más importante de toda la historia?, es nada menos ni nada más que el mayor representante del reino de los cielos, de la justicia y la verdad, el Rey de reyes y Señor de señores; con mayor razón no estaríamos dispuestos a recibirlo con harapos sucios, ni malos modales; sino con la honra que se merece.

Pero este Rey proviene de un reino espiritual y no busca el valor material, no quiere tu dinero, ni tu ropa y mucho menos tu condición social. El busca tu arrepentimiento. (Mateo 9: 13),

Así empieza Juan el Bautista su predicación “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se os ha acercado”. El pecado es una mancha en el vestido, un roto en el pantalón; y no recibiríamos al presidente de Estados Unidos con un vestido sucio ni roto, hay que lavarlo antes de usar para presentarse limpio, éste es el arrepentimiento. Presentarse ante Dios sin arrepentimiento es como presentarse ante un rey con la ropa sucia. Confesar los pecados ante Dios es presentarse de manera humilde, reconociendo que nada puedes ocultar ante El y bautizarse es el símbolo de ese lavamiento.

Pero acá, hay un motivo para arrepentirse, “arrepentíos, porque el reino de los cielos se os ha acercado, y esto hace parte del verdadero mensaje de Jesús, Él no vino a hablar de religión (nunca menciono ni a católicos, evangélicos, pentecostales, bautistas, etc), ni tampoco puso su enseñanza en el plano de una creencia particular. Él como digno representante del reino de los cielos, vino a mostrarnos cuál es la realidad espiritual de ese reino.

Esta realidad no está sujeta a opiniones ni creencias, es y no deja de ser a pesar de lo que piensen o se interprete hoy en día. Nosotros podemos pensar que la Tierra es plana, otros que es cuadrada, pero eso no significa que la Tierra deje de ser redonda aún si todos creyéramos que es de otra forma.

 “Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.

Al oír esto se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?

Pedro les dijo: Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.

Hechos 2: 37 y 38

Acá vemos como poco después de la muerte del Señor Jesucristo el mensaje de Pedro coincide con el mensaje de Juan el Bautista: “Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros…”. Reitera el objetivo del arrepentimiento y el bautismo para ser perdonados de nuestros pecados, no para cambiarnos de religión, ni para ser identificados con algún grupo social u ONG, es para ser identificados con Cristo, principal representante del reino celestial.

“¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en el nombre de Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con Él para muerte para el bautismo, a fin de que como Cristo resucito de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.

Romanos 6: 3-4

A veces he escuchado la expresión “cuando me convertí del catolicismo al cristianismo”, si has usado esta frase alguna vez, tal vez no has entendido bien el evangelio. Es cierto que Dios vino a desarraigarnos de nuestra religión y vanas tradiciones (Marcos 7: 6-9, Colosenses 2:8, Filipenses 3: 4-11), pero si de algo nos hemos convertido, es de nuestros malos caminos y nuestra vana manera de vivir.  El objetivo verdadero del evangelio es cambiar nuestra manera de vivir, no persistir en las malas costumbres, en la idolatría, en la codicia, etc.

“Y si invocáis al Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación; sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como un cordero sin mancha y sin contaminación, ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor a vosotros, y mediante el cual creéis en Dios, quien le resucitó de los muertos y le ha dado gloria, para que vuestra Fe y esperanza sean en Dios.”

1 Pedro 1: 17-21

“si se humilla mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oran, y buscan mi rostro, y se convierten de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, perdonaré sus pecados y sanaré su tierra.”

1 Crónicas 7: 14

Esta es la realidad, convertirnos de nuestros malos caminos, eso es lo que realmente importa, pero hay además un buen motivo para arrepentirse y bautizarse:

Al ver él que muchos de los fariseos y de los saduceos venían a su bautismo, les decía: «¡Generación de víboras!, ¿quién os enseñó a huir de la ira venidera? Producid, pues, frutos dignos de arrepentimiento, y no penséis decir dentro de vosotros mismos: “A Abraham tenemos por padre”, porque yo os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras. Además, el hacha ya está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado al fuego.

Mateo 3: 7-10

¿A que se refiere Juan cuando habla de la ira venidera? La advertencia sobre el santo juicio de Dios en el final de los tiempos es parte importante del mensaje del reino de los cielos que enseño Cristo y podremos verlo en varias de sus parábolas como la del trigo y la cizaña (Mateo 13: 24-30 y 36-43), La red (Mateo 13: 47-50), la fiesta de bodas (Mateo 22: 1-14) las vírgenes (Mateo 25: 1-13) los talentos (Mateo 25: 14-30) solo para citar algunas de las muchas parábolas que mencionan el juicio venidero.

También podemos citar tan solo uno de varios pasajes que menciona Cristo acerca del juicio:

“Cuando el hijo del hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con Él, entonces se sentará en su trono de gloria, y serán reunidas delante de Él todas las naciones y apartará a unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos. Y pondrá las ovejas a su derecha y los cabritos a su izquierda.

Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo…

…Entonces también dirá a los de la izquierda: apartaos de mi, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles….

… e irán éstos al castigo eterno y los justos a la vida eterna.”

Mateo 25: 31- 46

Esta es una clara advertencia sobre el juicio eterno que ocurrirá en la venida del hijo del hombre, es decir, de nuestro Señor Jesucristo.  Hay razones para arrepentirse y bautizarse: para huir de la ira venidera, para ser contado entre las “ovejitas” y no entre los “cabritos”, para ser herederos de un reino previamente preparado, para recibir el don del Espíritu Santo, para andar en vida nueva y para no ser cortados como un árbol que no da buenos frutos, entre otras cosas.

Pero la predicación de Juan el bautista era además un atisbo profético de lo que estaba a punto de suceder. La casa de Israel a causa de su desobediencia estaba a punto de ser cortada para que los gentiles (las piedras) recibieran el evangelio y así, ser contados como “hijos de Abraham”.

“Al ver él que muchos de los fariseos y de los saduceos venían a su bautismo, les decía: «¡Generación de víboras!, ¿quién os enseñó a huir de la ira venidera? Producid, pues, frutos dignos de arrepentimiento, y no penséis decir dentro de vosotros mismos: “A Abraham tenemos por padre”, porque yo os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras. Además, el hacha ya está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado al fuego.”

 Mateo 3: 7-10

El pueblo Judío, en especial las autoridades religiosas, acá representadas con los fariseos y saduceos estaban confiados en la promesa hecha por Dios a Abraham (Génesis 15: 5), pensado que por ser hijos de Abraham, Dios habría de justificar su vana manera de vivir, pero eso, estaba pronto a cambiar, por eso dice: “el hacha ya está puesta a la raíz de los arboles” el pueblo de Israel estaba a punto de caer en desobediencia rechazando al Hijo de Dios, pero Dios levantaría hijos de las piedras y el evangelio sería finalmente declarado a todas las personas de la Tierra.

“El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz; los que moraban en sombras de muerte, luz resplandeció sobre ellos.”

Isaias 9:2

“Pues como vosotros también en otro tiempo erais desobedientes a Dios, pero ahora habéis alcanzado misericordia por la desobediencia de ellos, así también éstos ahora han sido desobedientes, para que por la misericordia concedida a vosotros, ellos también alcancen misericordia. Porque Dios sujeto a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos.

Romanos 11: 30-32

Y hasta el día de hoy el pueblo de Israel permanece en desobediencia y nosotros esperamos que alcancen misericordia así como también un día sucedió con nosotros y finalmente reconozcan a Jesucristo como Señor y Cristo.

El arrepentimiento y el bautismo no deben ser en vano; debe ser el prerrequisito para presentarnos ante Dios y no hacer infructuoso el sacrificio de Cristo, de esta manera llegaremos humildemente ante Él, y El estará dispuesto a perdonarnos, a salvarnos de la ira venidera, a ungirnos con el Espíritu Santo y darnos una nueva vida cuyo sello es que hemos muerto junto a El para finalmente ser merecedores de su herencia en el reino de su Padre.

Que así sea. 

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